viernes, 1 de agosto de 2025

EL NUEVO GRITO FEDERAL – ¿Amanece una esperanza?

 


La novedad política más interesante de la semana la constituye, seguramente, el nuevo espacio lanzado por cinco gobernadores, desde una posición que se declara federal. Se trata de un espacio en estado embrionario, por lo que es muy probable que se agreguen más jugadores de aquí en más.

Hay elementos que permiten abrigar una moderada esperanza.

El principal probablemente sea que no se trata de un acuerdo entre partidos políticos, que entrañan siempre una carga ideológica que difícilmente resulta unánime; por algo son partidos distintos. Ese fue el caso de Cambiemos o Juntos por el Cambio. Se trató de una sociedad entre un Pro con una filosofía liberal moderada, con algunos vestigios desarrollistas, con la UCR, que ya hace tiempo devino en una especie de conservadurismo de izquierda, más una Coalición Cívica, con una mirada de centro, bastante similar a las democracias cristianas de muchos países. Así las cosas, mientras hubo un objetivo común -desterrar al pseudo peronismo kirchnerista- la cosa anduvo bien. Lograron importantes conquistas, tanto electorales como de gestión. Pero no había esa cohesión doctrinaria profunda que los hiciera fuertes no sólo en el corto y mediano plazo. Y, entonces, sobrevinieron el debilitamiento y la desintegración.

Ahora se crea un espacio unido con otro tipo de argamasa, más homogénea, aunque parezca más disímil. Su núcleo desafía la falsa antinomia que plantean los dos populismos que ocupan el centro de la escena actual. Uno “izquierdozo”, porque ni siquiera podemos definir al kirchnerismo como de izquierda, y el otro, de extrema derecha. Ese fue el péndulo histórico que destruyó nuestro país. Si revisamos la historia nacional, nos gobernaron casi todo el tiempo los populismos peronistas y radicales o bien los gobiernos militares, con sus recetas liberales. Las dos excepciones fueron el período desarrollista, derrocado militarmente, y el de Juntos por el Cambio, derrocado por los cantos de sirena de quien nos iba a llenar las heladeras y devolver el asado de los domingos. Hoy, espero, la sociedad ya comprendió que sin esfuerzo no se puede levantar cabeza. Pero ese esfuerzo será eficiente sólo si se da en un contexto adecuado.

Este nuevo espacio nace, al menos eso declara, con una filosofía distinta. Lo fundan gobernadores con responsabilidad actual de gobierno, conocedores de las necesidades del interior, donde palpita la vida real del país, donde viven o mueren las economías regionales, y no en las vidrieras circenses de la politiquería impuestas por el centralismo.

Prometen poner la mirada en el desarrollo, en el círculo de la economía real, no en el de la economía monetaria que, en la práctica, es subsidiaria de la anterior. No miran lo meramente financiero, importante por cierto, sino que nos desafían a explorar los senderos del crecimiento a partir de inversión y creación de empleo, no de simple emprolijamiento de las cuentas públicas. Esto último es importante, sin embargo, a pesar de ser necesario, no es suficiente.

El liberalismo cree en la mano invisible de Adam Smith: si ordenamos las cuentas públicas, el juego de la oferta y la demanda ordenan los mercados y, con ello, la economía. La experiencia enseña que esto no funciona en la realidad; sobre todo no en economías subdesarrolladas como la nuestra. La subsidiariedad del estado es importante en cierta etapa, como la actitud parental es fundamental en la niñez y adolescencia de las personas. Después de la madurez, es otra historia; pero nuestra Argentina está aun lejos de la madurez.

La inflación, cuando se produce en países desarrollados, con una estructura económica y social integrada, se manifiesta como fenómeno monetario, que se resuelve en ese mismo ámbito. Sin embargo, nuestra inflación tiene raíces estructurales y por eso, aunque se la pueda contener con métodos monetaristas como el actual, eso no funciona en el largo plazo.

Y, al margen de lo puramente económico, tanto el kirchnerismo como el mileísmo realizan un aporte mayúsculo a la desintegración social; a la crispación, a la polarización irreductible, al odio entre los que piensan distinto. Sin integración social y política no puede haber prosperidad económica ni, menos aún, desarrollo. Las sociedades sólo pueden realizarse cuando son “comunidad”. Hoy, ningún sector político está trabajando en ese sentido. Ni siquiera lo consideran.

Por eso es bienvenida esta nueva mirada, que proponen estos cinco gobernadores desde el nuevo espacio federal que nos ofrecen y que ojalá sume nuevos actores.

¿Lograrán lo que se proponen? - No lo sabemos, pero sí sabemos que las dos recetas con las que contamos hasta el presente, la del liberalismo por un lado y la de los distintos populismos por el otro, nos trajeron a donde estamos. Y no nos gusta donde estamos.

Por eso son una esperanza.