La novedad política más
interesante de la semana la constituye, seguramente, el nuevo espacio lanzado
por cinco gobernadores, desde una posición que se declara federal. Se trata de
un espacio en estado embrionario, por lo que es muy probable que se agreguen
más jugadores de aquí en más.
Hay elementos que permiten
abrigar una moderada esperanza.
El principal probablemente sea
que no se trata de un acuerdo entre partidos políticos, que entrañan siempre una
carga ideológica que difícilmente resulta unánime; por algo son partidos distintos.
Ese fue el caso de Cambiemos o Juntos por el Cambio. Se trató de una sociedad
entre un Pro con una filosofía liberal moderada, con algunos vestigios
desarrollistas, con la UCR, que ya hace tiempo devino en una especie de
conservadurismo de izquierda, más una Coalición Cívica, con una mirada de
centro, bastante similar a las democracias cristianas de muchos países. Así las
cosas, mientras hubo un objetivo común -desterrar al pseudo peronismo
kirchnerista- la cosa anduvo bien. Lograron importantes conquistas, tanto
electorales como de gestión. Pero no había esa cohesión doctrinaria profunda
que los hiciera fuertes no sólo en el corto y mediano plazo. Y, entonces, sobrevinieron
el debilitamiento y la desintegración.
Ahora se crea un espacio unido con
otro tipo de argamasa, más homogénea, aunque parezca más disímil. Su núcleo
desafía la falsa antinomia que plantean los dos populismos que ocupan el centro
de la escena actual. Uno “izquierdozo”, porque ni siquiera podemos definir al
kirchnerismo como de izquierda, y el otro, de extrema derecha. Ese fue el
péndulo histórico que destruyó nuestro país. Si revisamos la historia nacional,
nos gobernaron casi todo el tiempo los populismos peronistas y radicales o bien
los gobiernos militares, con sus recetas liberales. Las dos excepciones fueron el
período desarrollista, derrocado militarmente, y el de Juntos por el Cambio,
derrocado por los cantos de sirena de quien nos iba a llenar las heladeras y
devolver el asado de los domingos. Hoy, espero, la sociedad ya comprendió que
sin esfuerzo no se puede levantar cabeza. Pero ese esfuerzo será eficiente sólo
si se da en un contexto adecuado.
Este nuevo espacio nace, al menos
eso declara, con una filosofía distinta. Lo fundan gobernadores con
responsabilidad actual de gobierno, conocedores de las necesidades del
interior, donde palpita la vida real del país, donde viven o mueren las
economías regionales, y no en las vidrieras circenses de la politiquería
impuestas por el centralismo.
Prometen poner la mirada en el
desarrollo, en el círculo de la economía real, no en el de la economía
monetaria que, en la práctica, es subsidiaria de la anterior. No miran lo
meramente financiero, importante por cierto, sino que nos desafían a explorar
los senderos del crecimiento a partir de inversión y creación de empleo, no de
simple emprolijamiento de las cuentas públicas. Esto último es importante, sin
embargo, a pesar de ser necesario, no es suficiente.
El liberalismo cree en la mano
invisible de Adam Smith: si ordenamos las cuentas públicas, el juego de la
oferta y la demanda ordenan los mercados y, con ello, la economía. La
experiencia enseña que esto no funciona en la realidad; sobre todo no en economías
subdesarrolladas como la nuestra. La subsidiariedad del estado es importante en
cierta etapa, como la actitud parental es fundamental en la niñez y
adolescencia de las personas. Después de la madurez, es otra historia; pero
nuestra Argentina está aun lejos de la madurez.
La inflación, cuando se produce
en países desarrollados, con una estructura económica y social integrada, se
manifiesta como fenómeno monetario, que se resuelve en ese mismo ámbito. Sin
embargo, nuestra inflación tiene raíces estructurales y por eso, aunque se la
pueda contener con métodos monetaristas como el actual, eso no funciona en el
largo plazo.
Y, al margen de lo puramente
económico, tanto el kirchnerismo como el mileísmo realizan un aporte mayúsculo
a la desintegración social; a la crispación, a la polarización irreductible, al
odio entre los que piensan distinto. Sin integración social y política no puede
haber prosperidad económica ni, menos aún, desarrollo. Las sociedades sólo
pueden realizarse cuando son “comunidad”. Hoy, ningún sector político está
trabajando en ese sentido. Ni siquiera lo consideran.
Por eso es bienvenida esta nueva
mirada, que proponen estos cinco gobernadores desde el nuevo espacio federal
que nos ofrecen y que ojalá sume nuevos actores.
¿Lograrán lo que se proponen? -
No lo sabemos, pero sí sabemos que las dos recetas con las que contamos hasta
el presente, la del liberalismo por un lado y la de los distintos populismos
por el otro, nos trajeron a donde estamos. Y no nos gusta donde estamos.
Por eso son una esperanza.