domingo, 24 de mayo de 2009

¿Y si realmente no existimos, y todavía no nos dimos cuenta?


No existe el Arte; existen los Artistas.
Frase que, si la pronunciara yo, provocaría más de una exclamación del tipo de ¡qué tontería!, pero como lo dijo Gombrich, dio la vuelta al mundo y continúa siendo motivo de miles de análisis.
Desde el punto de vista de Gombrich y a la luz de sus argumentos, realmente no constituye ninguna tontería. Y el mismo hecho que acabo de describir abona lo cierto de la afirmación: tampoco existen verdades; existen portadores de verdades. Los profesionales de la comunicación humana saben desde hace mucho tiempo que las discusiones no las gana quien tiene razón, sino quien detente una posición de mayor poder entre los interlocutores (si usted sostiene un argumento que es real, pero un premio nobel lo contradice, aunque éste esté equivocado, todos le creerán a él). Pero esto es harina de otro costal, vuelvo al tema original.
Aceptado que no hay arte sino artistas, que no hay opinión sino opinantes, y así sucesivamente, me he llegado a preguntar: ¿y si tampoco hay Estado, sino Estadistas?
La simple posibilidad me produjo cierto desasosiego, porque por aquí hace medio siglo que no aparece un Estadista. ¿Habremos en ese ínterin también desaparecido como estado? ¿Puede ello ser así, y que no nos hayamos dado cuenta?
¡Dios no quiera!

miércoles, 20 de mayo de 2009

La democracia en pañales (un nuevo "ismo" a la vuelta de cada esquina)


Existe en la Argentina un fenómeno que podría parecer superficial, y sin embargo resulta muy importante por lo que expresa. Otra vez, se trata de una cuestión sintomática.
¿Han observado que en nuestro país la política está llena de “ismos”, pero referidos, no a ideologías o a proyectos programáticos, sino a personas?
Aquí hemos vivido desde el peronismo, pasando por otros mil “ismos”, hasta llegar al alfonsinismo, el menemismo, el duhaldismo, el delarruísmo, el kirchnerismo....
Es como si cada individuo que participa en política con cierto éxito encarnara una nueva ideología, o un nuevo modelo, o una opción con peso propio. En la práctica, sabemos que eso termina no siendo así; que generalmente no inventan nada nuevo; todo lo contrario: no aportan nada novedoso, y ni siquiera aplican con eficiencia lo existente.
Pero me parece que todos esos “ismos” no son otra cosa que el producto de una inmadurez política que sufrimos como pueblo. No creo que la denominación la inventen los portadores mismos del cartel; aparentemente, resulta ser una necesidad casi infantil de que venga un “Juan P....” y nos salve. Por eso, apenas vislumbramos a ese Juan en el horizonte, inventamos un nuevo “Juanismo”. Ellos, los portadores del nuevo cartel, simplemente lo aprovechan para construir y acumular poder.
No se trata de otra cosa que de la necesidad de que venga un mesías iluminado y nos libere de todos nuestros males. Claro, es más fácil esperar que alguien nos venga a resolver los problemas que construir nuestra realidad a base de ideas y trabajo.
Y se me ocurrió comparar este hecho con lo que ocurre en los países desarrollados y con tradición democrática.
¿Alguna vez oyeron hablar del Kohlismo o del Merkelismo en Alemania? - ¡No! ¿Alguna vez, del Chiracismo o del Sarkozysmo en Francia? - ¡Tampoco! Ni siquiera del Rodríguez-Zapaterismo en España o del Berlusconismo en Italia, que son países más parecidos a nosotros.
Allá, Merkel encarna el proyecto de la Democracia Cristiana, Berlusconi al liberalismo, Rodríguez Zapatero, un proyecto socialista. Podemos compartir o no estos proyectos, pero sabemos que el portador circunstancial de esa bandera está intentando cristalizar un proyecto que lo trasciende; así lo siente la gente, y así lo asumen los circunstanciales dirigentes.
Cuando tengamos en claro qué proyecto de país queremos llevar a cabo, y no que cada dirigente barrial encarne un “ismo” particular con el que soñemos la salvación nacional, entonces habremos madurado un poco más en el proceso de crecimiento democrático. No será ninguna garantía de que nos empiece a ir bien, pero seguramente nos irá mejor que hasta ahora.
Los personalismos nunca han construido bases sólidas de convivencia política. El desarrollo se logra mediante programas y planes, ladrillo sobre ladrillo, sin que influya sustancialmente quién lleva la posta en determinada etapa del camino. Porque un proyecto de largo aliento tampoco lo hace una sola gestión.
Como no soy demasiado optimista, y para el caso de que no tengamos ninguna intención de evolucionar, ruego encarecidamente que alguien se acuerde de promover un nuevo movimiento: el tabanismo.

domingo, 17 de mayo de 2009

¿Presidente o Presidenta?

Entre las muchas sonceras argentinas de los últimos tiempos, esta denominación de “presidenta” viene a ocupar su lugar, no como una cosa grave en sí misma, pero sintomática.
El diccionario de la Real Academia admite, en realidad, la forma “presidenta”, pero lo hace bajo la acepción simple de “mujer que preside” (o sea, cualquier cosa, un club de barrio, una reunión...); en cambio, cuando el diccionario de la Real Academia se refiere a la Jefa de Estado, la designa expresamente como “Presidente”.
Tal vez fuera la misma Cristina la que decidió degradar su rango y denominación por una cuestión de feminismo; y todos los tontuelos de la manada la siguieron sin analizar si era correcto o no. Y esto, lamentablemente, comprende también a los periodistas, que deberían ser profesionales de la palabra. Es decir, si el pueblo tiene sus modismos no muy académicos, ello es aceptable, porque ocurre en el plano coloquial; cuando lo mismo se pone en letras de molde, o se utiliza en exposiciones públicas, entonces la cosa cambia.
¿Y cuál es el problema de todo esto? Hay varios. En primer lugar, como dije, es sintomático. Refleja ni más ni menos que el poco amor que tenemos a la lengua (tal vez ya no tengamos apego a ninguno de los valores que antes eran considerados como tales), amén de dejar al descubierto cierto facilismo, falta de profesionalidad, superficialidad, vocación de manada...
En segundo lugar, y lo que a mí más me molesta – les confieso – ¡es que suena tan feo! Pero si tenemos una palabra tan linda: presidente, quien preside, sin distinción de sexo... Así como estudiante es quien estudia, sea varón o mujer; principiante es quien se inicia en algo, prescindiendo del género, etc. etc.
Porque si seguimos ese criterio simplista de que lo femenino debe terminar en “a” para diferenciarse, cabe también lo opuesto, y entonces un periodista varón deberá comenzar a denominarse “periodisto”; los modelos (de pasarela; no el famoso modelo del artículo anterior) deberán dividirse entre “modelos” y “modelas”; y así, habría centenares de ejemplos, uno más horrible que el otro. Argentinos, ¡dejémonos de pavadas! Usemos la hermosa lengua que nos legaron como Dios manda.
Colofón: si algún lector fue a curiosear el Diccionario de la Real Academia de la lengua (aconsejo fervorosamente su uso) habrá descubierto un pequeño detalle final: el diccionario admite como última acepción la coloquial de “esposa del presidente”. Y ahora, ese lector se estará preguntando, como yo: ¿no la habrá traicionado el inconsciente a nuestra primera dama, digo presidenta, digo... ¡presidente!?

sábado, 16 de mayo de 2009

¿Modelo? - ¿quién, Ante Garmaz?


Todo el tiempo nos hablan del modelo, de las bondades del modelo, de la defensa del modelo...
Y yo vivo preguntándome: ¿qué modelo?. O yo soy ciego, o no veo ningún modelo.
Pero no soy el único, eso me consuela un poco.
En una interesante entrevista de hace pocos días, Oppenheimer decía que el hecho de que de golpe a los chinos se les hubiera dado por comprar inimaginables cantidades de soja no es un modelo.
La relativa bonanza económica de los últimos años respondió en realidad a determinadas variables azarosas del contexto internacional, y no a alguna transformación estructural en el país.
Vender esto como modelo se me ocurre que es como salir a vender la idea de cómo hacerse rico, y que la receta sea: "sáquese la lotería".
Modelos son a mi criterio proyectos que van más allá de un programa; que responden a determinada cosmovisión. Por ejemplo, el liberalismo ofrece un modelo, el socialismo ofrece otro, la democracia cristiana, basada en el pensamiento del humanismo cristiano, ofrece otro modelo; en nuestro país el desarrollismo ofreció un modelo...
Pero aquí y ahora no hay ningún modelo. ¡Ojo! Ni en el oficialismo ni en la oposición!
Tampoco hay programas. Un programa no es una simple repetición de frases hechas. Creo que el último programa integral y acabado que hubo en nuestro país fue el de Frondizi... ¡hace medio siglo!
Por todo eso, cuando a mí me hablan de modelo, yo me pregunto: ¿modelo? - ¿quién, Ante Garmaz?

domingo, 10 de mayo de 2009

La lista de los morochos


Obviamente, éste no era uno de los temas que tenía en mente desarrollar - de hecho, ni siquiera mencionar - en mi página. Pero los temas van surgiendo.
Un dirigiente piquetero (esto sí es un tema), creo que de apellido D'Elía, terminó su marcha con un discurso en el cual expresó su idea y proyecto de que las listas debían contener "morochos"; listas que pudieran ponerlos orgullosos (¿a quiénes? - ¿a los demás morochos?).
Por supuesto que sería un orgullo contar con listas llenas de criollos, de gente que sabe de la lucha diaria por la supervivencia, que sea representativa de la sociedad, etc. etc.... pero ¿es suficiente credencial el ser morocho?
También Obama es morocho. Pero se preparó; estudió, hizo esfuerzos por superar su status. No con marchas ni gritos en las calles. En silencio, poniendo su culo cuadrado de tanto estar sentado estudiando, esforzándose. No con autocompasión ni exigiendo que le dieran lo que no se ganaba.
Cuando aparezcan este tipo de morochos en las listas argentinas, la Argentina será otra, y hasta los rubios estaremos contentos y orgullosos de esa "lista de los morochos".
¡Ah, me olvidaba! - Y, además, ¡hasta la votaremos!

sábado, 9 de mayo de 2009

El por qué

Antes que nada, una justificación para este espacio que inicio hoy.
Regresado hace año y medio aproximadamente de vivir en Europa durante diez años, me encontré con un país - y sobre todo una provincia y una ciudad (la patria chica) - en peores condiciones que en las que lo dejé hace una década.
Es cierto que me fuí en una etapa marcadamente recesiva, y algunos podrían argumentar que desde ese punto de vista, el país está hoy mejor.
Sin embargo, mi mirada es diferente: puede que haya más actividad económica, pero en todo lo demás, que son las cosas que nos tocan vivir a diario, noto un retroceso enorme.
La sociedad se ha desculturizado, las cosas no funcionan, todo está sucio o roto, la brutalidad ha reemplazado a la cultura de la convivencia... y miles de etcéteras que iré desarrollando en esta página.
No pretendo agradar a nadie: por el contrario, quiero ser un "tábano hinchapelotas" que vaya descubriendo y subrayando todas las cosas negativas que he descubierto en este regreso. La idiotización, la falta de metas, la ausencia de valores, los valores que no lo son...
¿Y para qué lo hago? ¿Para amargar el espacio de la red?
No.
Primero, para "sacarme la mierda" de la bronca que me da ver a mi querido país en un estado tan triste - y como no quiero amargar a los amigos que me rodean a diario, prefiero realizar la catarsis en este espacio.
Y además como un modo y una recóndita esperanza de que los que observamos lo mismo vayamos despertando conciencias y tal vez con el tiempo podamos ayudar a crear una masa crítica que comience a modificar algo. Confieso que esto es una esperanza mínima, pero como es lo último que se pierde...