domingo, 16 de agosto de 2009

¿Volvemos al marxismo más retrógrado?


¡No lo puedo creer, en pleno siglo XXI!
¿Es que la evolución no existe?
¿Necesitamos volver a los esquemas mentales que, amén de haber fracasado, causaron a la humanidad los mayores males y desgracias en el último siglo?
Hablo de la lucha de clases.
Cristina se despachó ayer con una receta ultra-ortodoxa de tipo marxista. Habló de padrones de pobres y padrones de ricos (sin percatarse siquiera de que ella figuraría sin dudas en el segundo).
Y es muy triste, porque son cosas que van matando la esperanza.
Cuando el mundo ya internalizó mayoritariamente que la lucha de clases carece de sentido, que sólo exacerba los odios, amenaza la paz y además nos iguala en la pobreza y la frustración, nuestra presidente vuelve con un discurso cargado de odio de clases, totalmente estéril, amén de destructivo.
Quien tenga nociones sólo elementales de cómo funciona el mundo, comprende que lo que hay que hacer es generar riqueza para que haya más para todos, y no entrar en una lucha donde nos quitemos unos a otros lo poco o mucho acumulado.
El ser rico no es pecado si se enriqueció lícitamente. Hay personas que tienen espíritu emprendedor y visión empresaria, que con habilidad integran los recursos (naturales, humanos, financieros) creando fuentes de trabajo que se llaman empresas. Esa gente por lo general se enriquece, pero sin ellos no habría trabajo ni progreso. No hay que combatirlos; lo que hay que hacer es lograr un acuerdo para que ese crecimiento y progreso sea distribuido con justicia, mirando al bien común.
Los que tenemos dos dedos de frente ya hace tiempo hemos reemplazado la lucha de clases por el acuerdo de sectores y clases sociales, así que no estoy acá descubriendo la pólvora. Los únicos que todavía no se han dado cuenta de ello son tal vez Fidel, Chávez y los Kirchner. Y, qué desgracia, ¡¿Justo a nosotros nos tenía que tocar?!
Aunque creo que Cristina no lo hace ingenuamente; creo que lo hace para disimular la falta de propuestas y ganarse la simpatía de los proletarios, que cada vez son más, y que significan votos.
Habla de marginación y de otros temas, sin percatarse de que precisamente ella encarna al mayor responsable de generar políticas de crecimiento, desarrollo e integración.
No se trata de que los ricos son malditos y los pobres, víctimas. No necesitamos a un cowboy que venga a hacer justicia de esa manera.
Otra triste realidad de la que me he percatado últimamente: en la Argentina no hay hoy nada más fácil que ser político; sólo hay que aprenderse tres o cuatro palabras, entres las cuales las principales son "inclusión social". Ni siquiera importa saber qué significa - sólo hay que meter el bocadillo en cada discurso, entrevista o charla. Tampoco importa si se es radical, peronista, de derechas o de izquierda... el que no pronuncie las palabras mágicas no llegará a nada, pero basta saber de memoria esas pocas palabras para sacar patente de político argentino.

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