miércoles, 20 de mayo de 2009

La democracia en pañales (un nuevo "ismo" a la vuelta de cada esquina)


Existe en la Argentina un fenómeno que podría parecer superficial, y sin embargo resulta muy importante por lo que expresa. Otra vez, se trata de una cuestión sintomática.
¿Han observado que en nuestro país la política está llena de “ismos”, pero referidos, no a ideologías o a proyectos programáticos, sino a personas?
Aquí hemos vivido desde el peronismo, pasando por otros mil “ismos”, hasta llegar al alfonsinismo, el menemismo, el duhaldismo, el delarruísmo, el kirchnerismo....
Es como si cada individuo que participa en política con cierto éxito encarnara una nueva ideología, o un nuevo modelo, o una opción con peso propio. En la práctica, sabemos que eso termina no siendo así; que generalmente no inventan nada nuevo; todo lo contrario: no aportan nada novedoso, y ni siquiera aplican con eficiencia lo existente.
Pero me parece que todos esos “ismos” no son otra cosa que el producto de una inmadurez política que sufrimos como pueblo. No creo que la denominación la inventen los portadores mismos del cartel; aparentemente, resulta ser una necesidad casi infantil de que venga un “Juan P....” y nos salve. Por eso, apenas vislumbramos a ese Juan en el horizonte, inventamos un nuevo “Juanismo”. Ellos, los portadores del nuevo cartel, simplemente lo aprovechan para construir y acumular poder.
No se trata de otra cosa que de la necesidad de que venga un mesías iluminado y nos libere de todos nuestros males. Claro, es más fácil esperar que alguien nos venga a resolver los problemas que construir nuestra realidad a base de ideas y trabajo.
Y se me ocurrió comparar este hecho con lo que ocurre en los países desarrollados y con tradición democrática.
¿Alguna vez oyeron hablar del Kohlismo o del Merkelismo en Alemania? - ¡No! ¿Alguna vez, del Chiracismo o del Sarkozysmo en Francia? - ¡Tampoco! Ni siquiera del Rodríguez-Zapaterismo en España o del Berlusconismo en Italia, que son países más parecidos a nosotros.
Allá, Merkel encarna el proyecto de la Democracia Cristiana, Berlusconi al liberalismo, Rodríguez Zapatero, un proyecto socialista. Podemos compartir o no estos proyectos, pero sabemos que el portador circunstancial de esa bandera está intentando cristalizar un proyecto que lo trasciende; así lo siente la gente, y así lo asumen los circunstanciales dirigentes.
Cuando tengamos en claro qué proyecto de país queremos llevar a cabo, y no que cada dirigente barrial encarne un “ismo” particular con el que soñemos la salvación nacional, entonces habremos madurado un poco más en el proceso de crecimiento democrático. No será ninguna garantía de que nos empiece a ir bien, pero seguramente nos irá mejor que hasta ahora.
Los personalismos nunca han construido bases sólidas de convivencia política. El desarrollo se logra mediante programas y planes, ladrillo sobre ladrillo, sin que influya sustancialmente quién lleva la posta en determinada etapa del camino. Porque un proyecto de largo aliento tampoco lo hace una sola gestión.
Como no soy demasiado optimista, y para el caso de que no tengamos ninguna intención de evolucionar, ruego encarecidamente que alguien se acuerde de promover un nuevo movimiento: el tabanismo.

2 comentarios:

  1. Excelente. Cuánta verdad...

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  2. Por fin tevisito! Algo voy leyendo...Abrazo!!!
    Pablo Mario Strukelj

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